¿Qué debe contener una dieta equilibrada?
¿Cómo saber si nos estamos alimentando bien? Simplemente sabiendo qué debemos incluir en una dieta diaria, aprendiendo sobre los nutrientes y los alimentos que lo contienen.
Para la renovación del espíritu, el buen humor, y el bienestar general en el funcionamiento de todo nuestro organismo, el primer paso es llevar a cabo una alimentación saludable, que nos cuide y que nos aporte todos los nutrientes necesarios para nuestra subsistencia y prosperidad. Diseñar una buena dieta es sencillo, si tan sólo tenemos en cuenta todos los nutrientes necesarios para nuestro organismo en nuestros menús diarios. Claro que una dieta profesional debe ser diseñada por un nutricionista médico, aunque si no sufrimos de carencias evidentes ni de malestares médicos, podemos simplemente hacer unos retoques a nuestra alimentación diaria para procurar una alimentación saludable y completa.
La gran mayoría de las vitaminas y complementos nutritivos podían ser incorporados mediante la ingesta de suplementos y comprimidos especiales, aunque esta tarea no será necesaria si sabemos elegir bien los ingredientes y componentes de nuestras comidas. Estos nutrientes se dividen en macronutrientes (proteínas, glúcidos o hidratos de carbono y lípidos, junto con la fibra y el agua) y en micronutrientes (vitaminas y minerales), y cada uno cumple con su propia función, ya sea energética, plástica o de regulación.
Entre los macronutrientes encontramos a los glúcidos. Estos aportan energía al organismo, siendo el combustible de nuestro accionar. Sin embargo, debemos restringirnos en su ingesta, puesto que un exceso puede atentar contra nuestro bienestar general. Podemos incorporarlos mediante la ingesta de almidones o féculas de cereales, legumbres, papas y otros, de preferencia sometidos al calor antes de su ingesta (mediante una cocción o tostado). También encontramos a los azúcares (monosacáridos y disacáridos por igual), que pueden ser ingeridos con el azúcar de las bebidas, o mediante frutas y mieles naturales.
La fibra, por su parte, puede ser incorporada mediante la ingesta de frutas, verduras (en estado fresco, de preferencia), frutos secos, cereales integrales y legumbres enteras, mientras que los lípidos pueden ser consumidos con aceites vegetales (de girasol, de oliva, de maíz y otros), y en las grasas animales, propias de los cortes de carnes y de la manteca.
Por último, las proteínas se incorporan a la dieta diaria a través de carnes, pescados, aves, huevos y lácteos, y de frutos secos, legumbres, soja, hongos (champiñones) y cereales completos (con germen).
Entre los micronutrientes destacamos las vitaminas, dividiéndolas entre liposolubles, hidrosolubles y vitaminoides. Para poseer un correcto aporte vitamínico en el organismo, no deben faltar los alimentos naturales en fresco, sin cocción, como las frutas y los vegetales, y también ingiriendo levadura de cerveza (en panificados), y germen de trigo.
Los minerales, a su vez, se dividen en macroelementos, microelementos y oligoelementos. Entre los macroelementos encontramos al sodio (en la sal de mesa y en alimentos en general, como en frutas y verduras), el potasio (en frutas y verduras frescas, frutas secas y legumbres), el calcio (en lácteos, frutos secos, verduras, y semillas), el fósforo (frutos secos, soja, quesos y la yema del huevo), el magnesio (en el cacao, la avena, frutos secos, soja y verduras), el cloro (en el agua de la canilla, en la sal), y el azufre (cebollas, ajos, espárragos y otros vegetales, en la yema de huevo y en el pescado).
Los microelementos son el hierro (carnes, hígado, yema de huevo, cereales integrales, verduras de hoja verde y otros), el flúor (en el té, el pescado y las coles), el iodo (sal y frutos marinos, mariscos, algas), en manganeso (pescados, crustáceos, legumbres y cereales), el cobalto (carne, pescado, lácteos, lentejas y otros), el cobre (cacao, pimienta, legumbres y cereales integrales) y el zinc (levadura de cerveza, germen de trigo, huevo y leche).
Entre los oligoelementos encontramos al silicio (agua potable y vegetales), el níquel (legumbres, cereales, espinaca, perejil), el cromo (grasa y aceite vegetal, cebolla, levadura de cerveza, lechuga y papas), el litio (vegetales, crustáceos y pescados), el molibdeno (germen de trigo, cereales integrales, vegetales de hoja verde), y el selenio (germen y salvado de trigo, tomate, ajo, cebolla, levadura de cerveza y brócolis).
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