Ejercer la autoridad con los hijos es un tema bastante complicado para todos los padres. Te damos algunos consejos que pueden ayudarte.

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Los adultos se debaten entre mostrarse firmes ante los hijos o permitirles hasta el más mínimo capricho. Lo primero que hay que tener bien en claro es que, enseñar a obedecer, se aprende solo cuando quien manda u ordena lo hace de manera equilibrada y coherente.

Es muy importante crear el acto de la obediencia de los niños desde muy pequeños y que este hábito esté acompañado por el deseo de lograr hijos independientes y responsables, tanto en la niñez como en la adultez de los mismos.

¿Porque debemos ejercer autoridad sobre nuestros hijos?

Lo más cómodo, suele ser dejar hacer lo que el niño quiera, no marcar límites, sobreproteger, en pocas palabras “malcriar”, lo que desencadenará seguramente en un niño desobediente y en un futuro un adulto poco respetuoso e incapaz de cumplir con simples normas de convivencia.

Contrariamente a esta situación, nos podemos encontrar con padres autoritarios, que actúan con fuerza, amparándose en ser los mayores y que solo lograrán que sus niños sean de carácter inseguro a temprana edad y se rebelen cuando comiencen la adolescencia.

Lo esencial en el arte de mandar es el crédito de lo que decimos. Este crédito no se compra ni se puede pedir prestado por un tiempo, sino que se adquiere y crece cada vez que estamos frente a los hijos, cuando existe coherencia entre lo que piensan y dicen y entre lo que hacen y ordenan. Es decir, obrar con el ejemplo.

¿Como lograr autoridad sobre nuestros hijos, ayudándolos a crecer?

Si deseamos lograr entonces, obediencia y niños seguros, confiados y responsables, hay ciertas actitudes que debemos evitar o ciertas cosas que no debemos decir:

· Tratar de no estar todo el tiempo dando órdenes a los niños; vestite, bañate, anda a comprar, levanta eso…

· Ubicarnos en la mente de los niños, si queremos que hagan algo, no nos vayamos por las ramas para solicitarlo, hay que ser claro y conciso. Ordenes confusas, seguramente terminarán sin ser realizadas o llevadas a cabo sin lograr el resultado deseado.

· Darle argumentos concretos, el tan conocido “porque yo lo digo”, “porque yo quiero que lo hagas” son frases que podemos hacer que se cumplan sin protestar solo en niños, a medida que vayan creciendo, solo lograremos que se rebelen ante esas razones, lo mejor es explicar porque se debe hacer tal o cual cosa, aunque no les agrade, al menos ya conocen el fin de la misma.

· No pidamos a los niños pequeños que realicen tareas que son imposibles para ellos, porque en ese caso solo lograremos dañar su autoestima y que se sientan incapaces o inútiles. Y si las primeras veces no logramos que realicen la tarea tal como deseamos, no debemos recriminárselo, sino felicitarlos y decirles: “muy bien, considerando que es la primera vez…seguramente con el tiempo podrás realizarla mejor, muchas gracias por ayudarme”.

· No negociar “si haces eso, te llevaré de paseo”, “si lo terminas pronto, te reglaré un caramelo”. De esta manera estamos logrando buenos comerciantes y no futuros adultos responsables.

Reforzando el respeto en común
Tenemos una enorme responsabilidad con referencia a nuestros hijos, y dentro de ella, el demostrarles respeto es uno de los aspectos primordiales. El mundo exterior es un lugar de incertidumbres y de competencia feroz; por lo consiguiente, es un acto de filial compromiso ayudar a que nuestros hijos se enfrenten a él, con el mayor amor propio posible.

El respeto que les manifestamos a los hijos expresa en mucho el que guardamos hacia nuestra propia persona. Estos son algunos aspectos que, si los atendemos con el cuidado y la atingencia precisas, pueden hacer que optimicemos la consideración que recíprocamente tenemos con los chicos, y así, a la vez que los educamos, ellos nos tornen paulatinamente en mejores seres, más humanos.

Escucha a tu hijo: en repetidas ocasiones no oímos lo que deseamos porque hablamos en demasía. Permite que externe sus opiniones y perspectivas de la vida. Toda realidad, en el fondo, no es más que un compartir expresado. Participa de la singularidad valiosa de tu niño.

Acéptalo tal como es: ellos no son una prolongación física de nuestro ser. Deben tener la oportunidad de desarrollar sus propias particularidades, sin traba alguna. Ellos esperan eso de ti. Reflexiona que al final de los días no vamos a poder dejarles algo tan valioso como esa posibilidad. Nada vale tanto como valerse por sí mismo.

Considera sus necesidades y deseos: como todos, tiene el derecho de experimentar tristeza, tedio o alegría, tanto como cualquier otra emoción de manera independiente. También procura ser sincero con él, y cuando tengas por tu parte cualquiera de estos sentimientos, compártelos con tu niño.

El respeto es una declaración de igualdad permanente. Tratar a nuestros hijos con el más digno reconocimiento, es fomentar en ellos un inestimable cuidado en su relación con los demás. Darles la vida no basta, reconocer en nuestra conducta hacia ellos la infinita valía de haberlo hecho así, permanentemente, es lo que cuenta.

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