Nuestra felicidad y el verdadero valor de las cosas
El verdadero valor de las cosas está en lo importante que es para nosotros. Un simple objeto puede ser burdo para los demás, pero la clave de la felicidad para nosotros. En definitiva, nuestra bienestar es nuestra responsabilidad, y estará siempre en nuestras manos.
“No pagues más por el libro, de lo que el libro vale”, decían las abuelas, y tenían toda la razón. No hay que pagar de más por las cosas, a menos que queramos hacerlo y actuemos a conciencia, midiendo las consecuencias de nuestros actos. Pero este tema no es para quienes eligen ese camino: es para quienes buscan adjudicar a cada cosa, a cada persona, a cada objeto y situación su justo valor, sin sumar ni restar.
Veamos este caso. Para conocer el valor del libro, debemos evaluar ciertos factores. A primera mano, e imaginando un libro real, debemos considerar su calidad, el tipo de tapas, la metodología de impresión con su fácil legibilidad, y el buen estado de la pieza en general. Pero en un análisis más profundo, debemos evaluar qué es lo que ese libro puede hacer por nosotros: si construirá a nuestro bienestar, si nos enseñará valiosos conceptos, si nos dará horas de entretenimiento… o si se trata de un libro impecable, con tapas de cuero grabadas en letras de oro, con cientos de páginas que no nos dejarán nada por recordar.
Y es que el valor de las cosas, por extraño que suene, está en el valor que tienen sólo para nosotros mismos. Hay quienes piensan que pagar cientos de dólares por una sesión de terapia es arrojar el dinero a la basura, mientras que para otros es el mejor recurso a su alcance. Hay quienes optan por pensar que tener un hijo es lo más valioso en la vida, mientras que para otros la paternidad no es una meta a seguir. Y ambos tienen razón, ya que lo piensan desde sus propias prioridades.
Quizás el desengaño de una pareja o la discusión con un amigo han causado un gran impacto en tu vida. Pero debes enfriar la mente y pensar en el valor de esa persona en tu vida. Con análisis, introspección y raciocinio mezclado con sentimiento podrás, realmente, evaluar qué tan importante es esa persona para ti, y a partir de allí hacer lo posible por recuperarla o para estar tranquilo de que esta separación es, realmente, lo mejor que te podría suceder.
Mide la vida con la vara de las prioridades. En sentido figurado, no pagues de más por un libro perfectamente encuadernado pero sin valor y, si te parece lo necesario y adecuado, paga una fortuna por un libro viejo y maltrecho, que te de valiosas enseñanzas y te lleve a vivir una vida cada día mejor. Porque en definitiva, la felicidad es tu responsabilidad, está a tu alcance, y el valor de ella es innegable.
Eres el artífice de tu propia felicidad.
Nadie más que tú puede elevar tu felicidad hasta el cielo, o derribarla al fondo del abismo. Claro, los demás y el entorno tendrán su papel de influencia pero, definitivamente, no son los que toman las decisiones. Ese eres tú, y sólo tú.
La gente que conforma nuestra vida tiene un papel profundo en la conformación de nuestra felicidad. Son capaces de elevarnos el espíritu con su sola presencia, de darnos horas de interminables risas, de permitirnos relajarnos y bajar la guardia entre mimos y palabras de aliento. Pero, como sucede en ocasiones, muchas de las personas que nos rodean en la vida diaria terminan por desalentar nuestro avance.
Constantes palabras negativas, desalientos, traiciones y confrontaciones atentan contra tu felicidad. Pues debes aprender a actuar para desestimar todos estos comentarios, y vivir más feliz, según tus propias ideologías. Siempre cumpliendo con la ley, con los designios de la moral, y con el respeto hacia los demás, actúa siendo el protagonista de ese film que es tu vida. Esa es la manera certera de lograr tu propia felicidad, y de no interrumpir la de los demás.
Ese es un precepto muy importante en la conformación de nuestra felicidad. Permitir la de los demás. Es más: alegrarnos por la felicidad ajena abre nuestro corazón para la alegría por venir. Y es que la envidia, la nostalgia, las malas intenciones no son más que una perturbación para la felicidad ajena, pero son verdaderas anclas y lastres para nuestra propia felicidad. No te quedes esperando que los demás fracasen para sentirte a gusto.
Alégrate por sus aciertos. Así, estarás dando la bienvenida a tus propios éxitos. Del miso modo, no esperes que alguien sea el dador de felicidad. Si estás sin pareja y piensas que un nuevo amor cambiaría todo eso, pues no te alejas demasiado de la realidad, pero tampoco estás en lo correcto. Una nueva pareja ciertamente le haría bien a tus ánimos y a tu corazón pero, al igual que algunos medicamentos: estaría atacando el síntoma, y no la enfermedad.
Es probable que la razón de tu infelicidad no sea la ausencia de la pareja, sino otro elemento. Es allí donde la terapia y la introspección entran en juego. Descubre qué es lo que te falta, y sal a buscarlo. Si en definitiva es la pareja lo que te trae felicidad, entonces hay otros asuntos que subyacen: no es recomendable relegar nuestra felicidad, para dejarla en manos de alguien más. Pues esto no sería nada menos que darle el control remoto de nuestras vidas, y las riendas de nuestra existencia. Y no debes nunca olvidar que eres tú el protagonista de esta obra teatral que es tu vida, entonces, ¿por qué no ponerte en marcha para hacer un papel magistral?
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