Basta de torpezas en las reparaciones del hogar: Consejos para evitar accidentes.
Todos hemos terminado con dedos machucados, manos con callos y otras lastimaduras luego de intentar reparar algo en nuestro hogar. Te presentamos una serie de consejos para hacer estas tareas sin riesgos ni sobresaltos.
Las innumerables tareas del hogar suelen ponernos en aprietos, ya sea porque a veces no sabemos como manejar algunas herramientas “extrañas” para nosotros, o bien porque la torpeza nos juega una mala pasada.
Accidentes puede tenerlos cualquiera, pero si no somos muy habiles realizando reparaciones en el hogar, seremos mas propensos a clavarlos un vidrio, martillarnos un dedo, tapar nuestros ojos con polvo y otros accidentes.
Para todos aquellos cuya habilidad no esta justamente en reparar cosas del hogar, pero por una u otra razón tienen que hacerlo, veremos algunos consejos y trucos que podemos tener en cuenta para evitar accidentes y hacer mas sencillo el uso de algunas herramientas.
Protección del cuerpo, parte por parte:
El material de protección para nuestro cuerpo (desde la cabeza hasta los pies) es tan importante como el correcto mantenimiento de nuestras herramientas y lograr un buen resultado en nuestro trabajo.
Ojos: Nuestros ojos deben estar siempre protegidos por gafas o lentes transparentes para evitar que se nos incrusten astillas, virutas, o se vean en contacto con alguna emanación tóxica. Deben ajustarse perfectamente en la zona de la nariz y los ojos. De nada sirve utilizar gafas si las mismas nos quedan grandes. Si vamos a realizar tareas con soldadores, necesitaremos máscaras especiales.
Oídos: Para proteger nuestros oídos de ruidos fuertes, lo ideal es el uso de tapones u orejeras especiales.
Vías respiratorias: Para proteger nuestras vías respiratorias del polvo o de emanaciones fuertes, es indispensable el uso de mascarillas. Las más comunes son las descartables que podemos adquirir en cualquier negocio. También hay algunas que vienen con filtros intercambiables.
Manos: Los guantes pueden estar confeccionados con diferentes materiales dependiendo de la actividad que realicemos. Algunos nos protegen la piel contra cortes, otros contra agentes químicos, otros contra un roce que pueda llegar a formarnos ampollas, etc.
Rodillas: La rodilla es una zona que rara vez se tiene en cuenta al momento de protegernos, solo nos acordamos de ellas cuando notamos el estado en que han quedado luego de ciertas exigencias. Por eso, si nuestro trabajo nos pide estar durante un tiempo prolongado arrodillado sobre superficies duras, lo mejor es que utilicemos unas simples rodilleras para evitar dolores posteriores.
Pies: Los pies también deben ser protegidos si trabajamos con herramientas pesadas, alguna puede caerse y si nuestro calzado no es el adecuado, seguramente nos lastimaremos. Lo mismo ocurre cuando trabajamos con aparatos eléctricos. Lo ideal entonces es utilizar un calzado fuerte, aislante y que cubra incluso los tobillos.
Debemos adaptar nuestra vestimenta a cada trabajo. No siempre es necesario usar todas, sino aquellas fundamentales para proteger las partes de nuestro cuerpo expuestas a determinada tarea.
Martillando clavos, no dedos:
No podemos mentir, ni esconderlo: todos nosotros nos habremos martillado un dedo en el intento de darle al clavo, al menos una vez en nuestras vidas. La frustración, el dolor y el machucón en la pobre falange pueden ser evitados, con algunos trucos sencillos que nos permiten dar justo en el blanco.
Una buena técnica es la de no tomar el clavo entre los dedos índice y pulgar enfrentados en forma de pinza, sino entre los dedos índice y mayor, de costado. De esta forma, la altura de la superficie de nuestros dedos, la que utilizamos para tomar el clavo, será considerablemente menor, y de tal forma minimizaremos el riesgo.
Otra buena forma de clavar un clavo sin sufrir dolor de martillazos es utilizar un objeto muy poco relacionado a las actividades de carpintería: un peine plástico de dientes finos. Para utilizar esta peculiar herramienta, lo que debemos hacer es insertar el clavo entre los dientes de un extremo del peine, procurando que quede lo más sujeto posible. Luego, sólo debemos martillarlo, manteniendo nuestros dedos fuera del alcance de dolorosos golpes.
También podemos reemplazar el peine por un trozo de carton o cartulina. Insertamos el clavo haciendo un agujero y tomaremos el carton con las manos, lejos de la zona donde golpeará el martillo.
Otra técnica es igual de peculiar, y consiste en frotar el clavo por un pan de jabón, de modo tal de que resulte más resbaloso contra las fibras de la madera, facilitando su inserción en menor cantidad de golpes. Eso sí: esta técnica es tan sólo un complemento para las demás.
Mangos suaves para manos delicadas:
Esta claro que si no agarramos nunca un martillo o cualquier otro elemento con mangos, nuestras manos sufriran algunas consecuencias al usarlas.
Para que los mangos de las herramientas no dañen nuestras manos con callos o lastimaduras, solo debemos colocar parafina en todos los mangos de las herramientas, como pinceles, martillos, pinzas, masas, etc.
Sacando esos rebeldes tornillos
A veces quitar un tornillo suele ser mas complicado que colocarlo. Pero no hay que desesperarse, hay algunos trucos que se pueden llevar a cabo para extraerlo fácilmente
Lo primero, es buscar un destornillador adecuado, que tenga el mismo tamaño que la cabeza del tornillo. Apretamos fuertemente y tratamos de hacerlo girar. Si no quiere salir, intentaremos lo siguiente.
- Atornillar un poco más antes de comenzar a desatornillar.
- Mojar la cabeza del tornillo con agua oxigenada y dejar actuar. Intentaremos luego nuevamente.
- Dar unos pequeños golpes al destornillador con ayuda de un martillo.
- Si aún el tornillo no quiere salir, calentaremos la punta del destornillador con un soldador. Con suerte, se dilatará el metal del tornillo y conseguiremos sacarlo.
Destornillador imantado
Siguiendo con esta herramienta, a veces es útil no tener que tomar el tornillo con la mano para ajustarlo. Podemos imantar el destornillador para lograr este cometido. ¿Cómo?
Solo tenemos que acercar su punta a un imán y mantenerla allí durante un momento. Seguramente con el tiempo, el imantado puede ir desapareciendo, en ese caso volvemos a repetir el procedimiento.
También es muy útil para extraer algún pequeño elemento metálico que se nos ha caído dentro de un lugar inaccesible.
El taladro ya no resbala
Si estamos intentando taladrar una superficie resbaladiza y hacemos el agujero en todos los lugares menos donde decidimos hacerlo en principio, hay que emplear algunos trucos como los siguientes.
Una buena estrategia es marcar el lugar donde queremos realizar el agujero con un punzón o un clavo, para que al colocar la broca en ese lugar, la marca haga que no se mueva.
Otra opción es colocar cinta aislante o de tela en forma de cruz en el lugar donde queramos taladrar, al apoyar la broca sobre la cinta no se correrá, ya que la superficie es mas porosa.
En ambos casos, siempre hay que empezar a perforar a bajas revoluciones, y no hacer demasiada presión con el taladro para evitar rajaduras.
Sierras deslizantes
Para que la sierra corra con mayor facilidad sin “agarrarse” del material que estamos cortando, debemos untarla con parafina, un poco de cera (una vela cumple la misma función) o pasarle un pan de jabón por los dientes.
Maderas sin grietas
Basta de terremotos que resquebrajen toda la madera reseca cuando solo insertamos un clavo. Aquí te ofrecemos la solución que te permitirá colocarlo como todo un carpintero. El truco es el siguiente, introduce la punta del clavo en agua hirviendo, y aún caliente, intenta clavarlo.
Ni Gepetto conocía este truco…
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