¿Para qué hacer un testamento?
Para muchos, pensar en hacer un testamento es como llamar a la muerte, pero en realidad se trata de pensar en nuestros seres queridos para el momento en que ya no estemos. Son muchas las ventajas de hacer un testamento en vida.
Hacer un testamento en vida es el mejor mecanismo para asegurarnos que, cuando ya no estemos, se cumplan sà o sà nuestras últimas voluntades.
Cada dÃa miles de familias se pelean por herencias confusas o afrontan deudas de un familiar fallecido sin testamento. Entonces, analicemos las ventajas de hacer un testamento en vida.
Mucha gente teme hacer testamento en vida porque lo ven como una señal funesta o un presagio de mala suerte. En realidad, la mala suerte serÃa que nos toque lidiar con herencias de familiares sin testamento, pudiendo evitarse previamente.
Acudir al notario para detallar exactamente qué destino queremos dar a nuestros bienes es de vital importancia, especialmente si tenemos conyugue reconocido y/o descendencia, y asà se evita muchos quebraderos de cabeza a nuestros futuros herederos, como disputas y peleas familiares. PodrÃa decirse que no realizar testamento en vida supone un gesto de egoÃsmo considerable.
Evita molestias por hacer testamento a última hora
Especialmente cuando gozamos de buena salud, es el momento de hacer la visita al notario. Imaginemos que tenemos la mala suerte de desarrollar una enfermedad terminal o sufrir un accidente serio que nos deja con pocas esperanzas de vida: ¿no serÃa mucho más complicado y pesado el tener que realizar testamento justamente en ese momento tan delicado?. Repartir nuestros bienes a tiempo evita males mayores.
El secretismo y confidencialidad son máximos a la hora de constar nuestras últimas voluntades, si asà queremos que sea. Por tanto, uno puede firmar un testamento y no preocuparse nunca más – literalmente – de ello, puesto que ya ha hecho “sus deberes”, y el dÃa que fallezca ya corresponderá a otra figura pública (notario) asignar los recursos y las voluntades a cada allegado.
Por otro lado, otorgar los bienes de forma oficial antes de fallecer siempre es mucho más rápido, práctico y hasta ecológico (por ahorro de posterior papeleo) que si no se deja detallado. Cabe citar también el aspecto moral del asunto: dependiendo de cada estado y de cada caso concreto, la obligación de repartir una herencia que no ha sido testificada previamente recae siempre en otra persona que no siempre resulta ser un familiar, la cual nunca podrá realizar el reparto de la forma más justa o equitativa.
Para finalizar, cabe mencionar que al morir una persona sin testamento, cada paÃs establece sus propias normas de repartimiento de bienes en función del grado de consanguinidad, siendo normal dar preferencia (por orden) a hijos, nietos, bisnietos, padres, abuelos, conyugue, etc.
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